Enfermedad de Wilson: el exceso de cobre en tu cuerpo puede afectar el cerebro, los ojos o riñones

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El exceso de cobre puede ocasionar problemas en diferentes partes del cuerpo, incluso en los niños. Foto iStock

Imagina que llevas tu vida con normalidad, cuando de pronto empiezas a tener complicaciones por el exceso de cobre en tu cuerpo. La enfermedad de Wilson se trata de un trastorno hereditario, en el que el exceso de cobre puede ser tóxico para el organismo y dañar diversos órganos.

 

¿En qué consiste la enfermedad de Wilson?

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La Biblioteca Nacional de Medicina señala que es un trastorno hereditario poco frecuente. Aunque el cuerpo requiere de cobre para estar sano, cuando la cantidad se eleva, resulta tóxico. Esta enfermedad está presente al nacer, aunque los síntomas pueden presentarse entre los 5 y 35 años de edad. El hígado y el sistema nervioso central empiezan a tener daño. La primera señal de alerta es la presencia de un anillo marrón alrededor de la córnea del ojo.

 

¿Qué tiene que ver el cobre en este padecimiento?

 

El cobre se obtiene de los alimentos y lo que sobra se desecha por medio de la bilis (sustancia que produce el hígado). Su papel es importante para el desarrollo adecuado de diversas funciones del cuerpo. Por ejemplo, ayuda a que los nervios estén saludables. Aporta colágeno y melanina para la piel.

 

Mayo Clinic señala que las personas con la enfermedad de Wilson no eliminan de forma correcta el cobre. Más bien sucede lo contrario, pues se acumula y eso supone riesgo para la salud. 

 

Síntomas

 

Esta enfermedad se presenta desde el nacimiento, pero hasta que se ha acumulado cobre en el cerebro y otros órganos del cuerpo, empezará a haber señales de ella. Los síntomas dependen de la zona afectada. 

 

Puede haber:

 

  • Dolor abdominal.
  • Fatiga o falta de apetito.
  • Anemia.
  • Amenorrea o abortos espontáneos.
  • Color amarillento en la piel o en la parte blanca de los ojos.
  • Anillo marrón alrededor de la córnea del ojo (anillos de Kayser-Fleischer).
  • Acumulación de líquido en abdomen o piernas.
  • Problemas en la coordinación física o rigidez muscular.

 

Al respecto, la Revista Española de Enfermedades Digestivas señala que puede presentarse como hepatitis crónica a cirrosis. Es una señal de alerta en pacientes de menos de 40 años. También puede haber fallo hepático agudo grave, alteración de la coagulación o encefalopatía hepática. Si se afecta la parte neurológica puede haber tartamudeo, temblor y problemas de coordinación. Entre el 10 y 20 % de pacientes con manifestaciones neurológicas se detecta algún trastorno psiquiátrico. 

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Señales de sospecha

 

La Revista Gastroenterología y Hepatología señala varias señales que no debes dejar pasar por alto:

 

  • Elevación de transaminasas (sin ninguna otra anomalía bioquímica).
  • Cirrosis hepática criptogenética.
  • Temblores o trastornos de movimiento en pacientes jóvenes. 
  • Trastornos de comportamiento como consecuencia de la elevación de transaminasas. 
  • Hepatitis fulminante.

 

¿Cómo se puede diagnosticar la enfermedad de Wilson?

 

La Revista Española de Enfermedades Digestivas señala que no hay una prueba aislada que establezca el diagnóstico de esta enfermedad. Además, se necesita la correcta interpretación y pruebas complementarias para poder detectar el problema. 

 

La exploración oftálmica con lámpara de hendidura permite detectar el anillo de Kayser-Fleischer. Recalca la Revista Española de Enfermedades Digestivas y el Manual MSD.

 

También se pueden llevar a cabo análisis de sangre (para medir la concentración de ceruloplasmina, proteína portadora de cobre) y orina o una biopsia hepática (se lleva a cabo cuando última opción, cuando el diagnóstico sigue siendo incierto). 

 

¿Qué complicaciones puede haber si no se trata la enfermedad de Wilson?

 

Mayo Clinic señala que puede haber complicaciones mortales como:

 

  • Cirrosis. Se forma tejido cicatricial en el hígado que complica su función.
  • Insuficiencia hepática. Puede presentarse de forma repentina o aparecer poco a poco.
  • Problemas neurológicos persistentes, problemas renales, problemas psicológicos o problemas sanguíneos.

 

Lo más importante es acudir al médico de manera periódica para poder detectar cualquier problema a tiempo.

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